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martes, 21 de marzo de 2017

LOS NAUFRAGOS DEL BATAVIA, de Simon Leys

    "Si, al comienzo, las primeras iniciativas de Cornelisz se habían correspondido con las necesidades reales de la pequeña comunidad de los supervivientes, ahora, por el contrario, solo apuntaban a la consolidación de su poder personal, y en adelante se antepondría este imperativo a cualquier otra consideración. Sus actuaciones iban paulatinamente a hacerse cada vez más monstruosas, pero no eran en absoluto irracionales: las inspiraba una lógica implacable, la del control absoluto que tenía que mantener sobre todo su pequeño reino. Por el momento, su principal problema era que los amotinados todavía no constituían más que una muy débil minoría: apenas una sexta parte de la población de la isla. Para rectificar esta peligrosa desproporción, concibió una solución radical; simplemente había que reducir el número de supervivientes. Y a partir de este momento se aplicó a esta tarea con todo su ingenio. Invocando la falta de espacio y de recursos del Cementerio, Cornelisz organizó un traslado de población hacia los otros dos islotes, prometiendo a los deportados que disfrutarían allí de unas condiciones de vida mejores, cuando, en realidad, su plan era abandonarles para que muriesen de hambre y de sed."


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