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martes, 20 de junio de 2017

LA VEJEZ. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

"Sí, muchas de mis vivencias están ligadas a Estocolmo. Fue precisamente en esta ciudad cuando, un día invernal y gris, conversando con Liselotte, pensé por primera vez en escribir unas memorias. No sé si se trata de un trabajo logrado, porque un escritor es muy mal juez de su propia obra, pero se trata de un libro mío al que me he entregado llevado por una necesidad interior; lo he escrito con sinceridad, sin la antigua amargura, pero también sin dulzura. Recuerdo cómo se me ocurrió escribir este libro: de pronto me asaltó el temor de morir sin haber hablado de las personas que había conocido y amado. Los años y la vida vinieron después; resultó que no se podía hablar de los demás callando sobre uno mismo. Y cuando me decidí a escribir, no pensaba en mis esperanzas ni en mis errores: ante mí veía una larga fila de gente desaparecida, pero todavía cercana, querida, viva.
Preso de un miedo supersticioso, me pregunté: ¿tendrás las fuerzas suficientes, el tiempo? En mi libreta, entre los apuntes sobre las sesiones de la comisión y borradores de resoluciones, encontré un poema de Tiútchev sobre la vejez: empobrece la sangre, pero no los sentimientos.
En enero de 1963 me encontré con Picasso. De repente, Pablo creyó oportuno reprenderme: «Has llegado a una edad en la que ya no debes sentirte obligado a defender a toda costa la verdad. Recuerda a aquel joven de Palestina al que, por la misma razón, le atravesaron las manos con clavos». Yo sonreí: Pablo era diez años mayor que yo, pero en él palpitaba mucha más pasión, e incluso más frenesí, que en muchos jóvenes. Picasso no hace otra cosa que defender la verdad…
Por supuesto, hoy sé muy bien lo que significa la vejez: el motor se ha desgastado y a menudo se niega a funcionar. Siento la vejez, pero no me obsesiona. El problema no es la edad: mucho antes de que se presente la muerte, el hombre muere espiritualmente más de una vez y luego renace. La hoguera parece haberse apagado, bajo las cenizas se consume apenas un tizón, pero el aliento del hombre lo aviva. Todo está dentro de las personas…"

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