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lunes, 11 de septiembre de 2017

EL SISTEMA AMERICANO. EN CASA, HISTORIA DE LA VIDA PRIVADA, de Bill Bryson

EL SISTEMA AMERICANO. EN CASA, HISTORIA DE LA VIDA PRIVADA, de Bill Bryson

  "La sección de Estados Unidos apenas tenía contenido. El Congreso, con toda su parsimonia, se había negado a destinar fondos al evento y el dinero provenía de aportaciones privadas. Por desgracia, cuando los productos norteamericanos llegaron a Londres se descubrió que los organizadores habían pagado únicamente el transporte de la mercancía hasta los muelles, y no hasta su destino final en Hyde Park. Y, claro está, tampoco había dinero reservado para montar los expositores y dotarlos de personal durante cinco meses. Afortunadamente, el filántropo norteamericano George Peabody, que vivía en Londres, intercedió por la causa y proporcionó un fondo de emergencia de 15.000 dólares, rescatando a la delegación estadounidense de la situación de crisis en la que ella misma se había inmerso. Todo esto no sirvió más que para reforzar la convicción más o menos universal de que los norteamericanos eran poco más que amables montañeses que no estaban aún preparados para actuar sin supervisión en el escenario del mundo. Y por eso fue una auténtica sorpresa cuando por fin se montaron los expositores y el público descubrió que la sección de Estados Unidos era una avanzadilla de genialidad y portento. Prácticamente todas las máquinas norteamericanas hacían cosas que el mundo ansiaba que hiciesen las máquinas —arrancar clavos, cortar piedra, fabricar velas—, pero con una pulcritud, una presteza y una fiabilidad sin fin que dejó pestañeando a las demás naciones. La máquina de coser de Elias Howe deslumbró a las señoras ofreciendo la promesa imposible de que uno de los pasatiempos más esclavos de la vida doméstica podía resultar emocionante y divertido. Cyrus McCormick exhibió una segadora capaz de realizar el trabajo de cuarenta hombres, una reivindicación tan atrevida que casi nadie la creyó hasta que decidieron transportar la segadora a una granja de los condados de los alrededores de la ciudad y demostró que hacía lo que prometía hacer. Pero el objeto más llamativo era el revólver de repetición de Samuel Colt, que no solo era maravillosamente letal, sino que además estaba hecho con piezas intercambiables, un método de fabricación tan inconfundible que acabó conociéndose como «el sistema americano». Solo una creación local conseguía estar a la altura de estas cualidades de virtuosismo, novedad, utilidad y precisión de la era de las máquinas: el edificio de Paxton, que desaparecería en cuanto la exposición finalizara. Para muchos europeos, aquella fue la primera e inquietante pista de que aquellos pueblerinos que mascaban tabaco al otro lado del charco estaban creando en silencio el próximo coloso industrial, una transformación tan improbable que la mayoría ni podía creerse que estuviera produciéndose."


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